Un diseñador, al contrario de lo que comúnmente se piensa en la sociedad, no necesariamente es un “artista” ya que, a diferencia de éste, sostiene o persigue otra filosofía. En ella interviene un factor persuasivo, más racional y menos sugestivo. Es este punto lo que hace del diseño una profesión u oficio más comercial, pero no por ello menos valorable.
La línea entre el “artista” y el “diseñador” se desdibuja, cada uno toma algo del otro, por ello toda definición posible pende como en una cuerda floja. De allí el origen a tanta confusión.
Pero hay un punto clave que los diferencia. Si bien ambos son “creadores” de un objeto particular, referido esto al acto creador y no al término “creativo”, el diseñador gráfico busca darle una funcionalidad más allá de lo estético. Por ende elabora un proceso mucho más complejo, previo a la producción del objeto en sí: la investigación, sedimento base en su trabajo.
Esta etapa del proceso de diseño, tal vez la menos reconocida, hace muchas veces la diferencia y responde al éxito o al fracaso de determinadas campañas publicitarias, o sin ir más lejos, al desempeño de un pequeño mercado.
Con algunas excepciones ocasionales en que el presupuesto alcanza para dividir tareas, el diseñador cumple diariamente (o debería hacerlo) diferentes roles o papeles frente al proyecto de diseño que se le presenta y que llevará adelante. No construye para autosatisfacerse, sino más bien por y a partir de la demanda y las problemáticas que plantea la sociedad. Su meta es aliviar a los consumidores brindándoles soluciones de diseño y, en el mejor de los casos, aportándoles un plus inesperado.
De modo que, como dijimos, la investigación es indispensable para el diseñador, que hace las veces de “detective salvaje” (*), hurgando en la historia e imagen de un cliente y el perfil de sus consumidores. Investiga su “individualidad”, sus gustos y preferencias, sus hábitos, sus costumbres, su contexto, su etnología, su edad, su sexo, su ideología, su estrato social, entre otros tantos puntos de análisis.
Al igual que un antropólogo, toma herramientas del presente para moldear el futuro. Sin embargo, y como conclusión, todo supuesto, teoría o representación ideal posible que proponga sobre el objeto de diseño aún no creado, estará íntimamente relacionada a la investigación histórica del pasado.
Una vez más, la brecha entre un oficio y otro se hace más angosta.
Agustín Roig Persig
(*) En alusión a la novela “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño.
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